No al silencio
Sebastiana Barráez
El
periodismo es libre o sino es una mentira o un recurso usado por el poder para
subyugar, para que engañemos a las masas, para que usemos la palabra para
someter a nuestros lectores. Entonces, ¿qué es un periodista? Es aquel cuyo
oficio es decir la verdad verdadera. O como dijo Gabriel García Márquez es el
“mejor oficio del mundo”.
Cuando
hice un curso de Corresponsales de Guerra con los cascos azules de ONU en
Buenos Aires, uno de los conferencistas fue Ryszard Kapuścińsk, un
reconocidísimo periodista bieloruso,
quien dijo en “Los cínicos no sirven para este oficio”, que “Para ejercer el periodismo, ante todo, hay
que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas
personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede
intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus
dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, desde
el primer momento, en parte de su destino. Es una cualidad que en
psicología se denomina «empatía». Mediante la empatía, se puede comprender el
carácter del propio interlocutor y compartir de forma natural y sincera el
destino y los problemas de los demás”.
En
esa oportunidad nos contó Kapuścińsk las terribles historias que deja la guerra
en los corresponsales que cubren esos hechos bélicos. Él revelaba cómo muchos
de ellos jamás volvían a dormir tranquilos, ni a ser los mismos. Morían en
vida, luego de ver tanto dolor y tanta miseria en quienes se alimentan de la
guerra. La mayoría de los periodistas, de diversas partes del mundo, que
estábamos allí, estábamos seguros que era muy remoto que algo tan terrible pasara
en nuestros países, pero oh error, el narcotráfico y la corrupción que se han
instalado en países como Venezuela, han marcado a la sociedad con la muerte y
el dolor. En la guerra se identifica claramente a los grupos en conflicto. En
las sociedades nuestras, no. Ese es un reto para el periodismo.
En
un trabajo hermoso del Diario La Mañana de este estado, suscrito por Wilene
Sayago, intitulado “Los periodistas no somos enemigos”, el staff de ese medio
fija posición a través de pequeños carteles manuscritos como homenaje al Día
del Periodista. Entre ellas una frase de la excelente periodista Marlyn
Silva, llamó mi atención. Ella escribió: “Soy periodista porque creo en el
poder de las palabras”. Y sin duda que me sentí reflejada allí porque yo soy
periodista por eso que dijo Marlyn, porque creo en el poder de la palabra.
¿Puede
entonces un periodista argumentar que los bajos salarios, la ausencia de
comodidades o simplemente el temor ante el poder es la excusa para convertirnos
en la celestina de los gobernantes o para callar lo que tenemos la obligación
de decir? No, no, yo no acepto ese destino. Nunca lo acepté cuando en el pasado
los poderosos partidos políticos de entonces intentaban lo mismo que hoy, desde
sectores del gobierno de turno, han logrado con mayor éxito: censurarnos,
limitarnos, imponernos el silencio. No les extrañe esa intención, es así a lo
largo de la historia, porque el periodismo es antipoder; aunque nos resistamos
con todas las fuerzas, siempre terminamos en la acera del frente. No importa
cuánto nos esforcemos en tratar de no tocar la fina dermis del poder. Siempre,
siempre, siempre lo hacemos, a veces de manera descarnada, otras como un rayo
lacerante que quema hasta las fibras más sensibles o incluso con la suavidad de
una caricia.
¡Ah!
el rol del periodista es más exigente que el de cualquier otro oficio, aunque
algunos crean que es mejor llamarla “profesión”. Los periodistas tenemos que
salir a decir lo que el resto de la sociedad no se atreve a decir, lo que el
poder trata de ocultar. Se nos ha investido de una especie de aura de esas que
cubren a los héroes o heroínas del cine y la televisión, pero estamos en
desventaja, porque no tenemos la capa de Superman que nos permita volar sobre
la ciudad, y somos vulnerables a algo más que la criptonita, tampoco tenemos el
fino oído de la Mujer Biónica o sus piernas para correr a mayor velocidad que
un auto, tampoco contamos con la magia de Harry Potter o los rayos de la vista
del Barbilla Roja de los Padrinos Mágicos. Solo somos un hombre o una mujer.
¿Quiénes
de los que están en este salón tienen hijos? ¿Aman ustedes a sus hijos? Perdón,
pero no creo que todos amemos por igual a nuestros hijos como ellos se merecen.
¿Y ustedes? ¿Aman a los suyos? ¡Vamos! Díganlo desde las entrañas del amor que
dicen sentir. ¿Aman a sus hijos?
¿Entonces,
ustedes creen que han hecho lo suficiente para que sus hijos vivan en una
tierra prometida? Llévenlo para sus casas como una reflexión.
Quiero
confesarles que soy reportera en esencia. Siendo Jefe de Información del
Semanario Quinto Día me encantó formar jóvenes pasantes y nobeles periodistas,
pero el trabajo de oficina me asfixiaba y sé que el director Carlos Croes, lo
sabía. Cuando logré liberarme de ese compromiso volví a ser la reportera de siempre, la que viaja por
todo el país, la que no tiene horario, la que responde todas las llamadas
telefónicas, los mensajes de texto o los correos electrónicos, aunque sea un
trabajo titánico. Pero sobre todo, la que escucha a la gente, la que palpa a
este país desde sus niveles más bajos, la que ama las montañas azules del
Táchira y la que siente un profundo desprecio por el corrupto que atropella y
aplasta al pueblo, porque se burla de la inocencia de esos seres que están
ansiosos por creer en alguien.
Siendo
casi una niña mi hermano Justo, que es más abogado que periodista, me llevó al entonces
barrio más pobre de mi pueblo natal, al barrio Nicaragua; ahí me acerqué a esos
niveles de pobreza, a esos lugares donde la muerte es una cultura, donde el
hambre es la más solidaria de las compañías, donde el embarazo no es una feliz
planificación sino casi siempre un accidente, es ahí donde vi por primera vez a
algunos de esos dramas que rodean a la marginalidad. Defendimos a aquellas 36
familias para que cambiaran los ranchos de lata por casas de concreto y no
descansamos hasta que lo logramos. Hoy el tiempo es otro, aprendí a interpretar
la pobreza desde la cultura, aprendí que lo acertado no era “pobrecito el
pobre”. Supe que el poder somete, conquista y principalmente te anula, te quita
la potestad de pensar con libertad, porque nada beneficia tanto al poderoso
como la ignorancia del subyugado. Si ustedes quieren ser chavistas u
opositores, lo respeto tanto como si quieren ser católicos o evangélicos, lo
que como periodista no tolero es que se pretenda conducir al pueblo como un
borrego, con el mismo vicio de siempre.
¿Se
atreverían a desconocer que el chavismo y la oposición tienen idénticas maneras
de conducir el rebaño? O no es cierto que llevan a la gente a votar sin
libertad, sin el derecho a que el elector escoja a su antojo. No sé en qué
momento el poder dejó de cortejar, como lo hace un hombre ante la hembra que le
atrae, y en su lugar descubrió que era más fácil comprarla. Ahora hay
mecanismos más perversos que aquellos de darles sacos de cemento y láminas de
zinc. Perdónenme ustedes, pero me asquea que los gobernantes quieran
eternizarse en el poder, que vayan eliminando a quienes pudieran sustituirlos,
que se crean con el derecho de imponer a quien lo sustituya en el cargo como si
fuera una monarquía que se hereda por la sangre azul y con el más absoluto
irrespeto por el pueblo que se hace llamar soberano.
Fue lo que sucedió en la
presidencia de la República cuando el fallecido Hugo Chávez dejó a Nicolás
Maduro para que sus seguidores lo eligieran Presidente sin saber cuál era su
propuesta de Gobierno, apostándose al luto que iba a invadir a sus seguidores
cuando él hubiese muerto. Pero también pasa en Falcón donde el entonces
Gobernador se dispuso a allanarle el camino a su esposa para que ocupara la
Gobernación y si ustedes lo permiten, como está sucediendo ahora, verán en el
poder a diferentes generaciones de esa familia, incluyendo a sus nietos. Se ha
hecho una odiosa praxis concebir el poder como una herencia. En eso también se
parecen chavistas y opositores. He ahí que lo hizo Daniel Ceballos con su
esposa Patricia en la alcaldía de San Cristóbal. O Scarano en la de Valencia.
Yo
admiro a Simón Bolívar, ese manoseado Libertador, ese maltratado héroe de la
patria, ese que sentenció, con finísimo acierto que “Los EEUU parecen
destinados por la providencia para plagar la América de miseria en nombre de la
libertad”. Ah, es que era un visionario ese Simón, como lo es cuando nos dejó
en el Discurso de Angostura, el 15 de febrero de 1819: “Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo
en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se
acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía”. Sí, sin
duda era un visionario nuestro Simón Bolívar.
Y
a propósito de ellos les cuento que si algo impactó a Latinoamérica y a gran
parte del mundo fue, aquel primero de enero de 1959, con la llegada al poder de
los barbudos, como se conoció a Fidel Castro y a su grupo; ellos dieron un
mensaje esperanzador a los grandes movimientos sociales, casi todos
representados en una izquierda soñadora que le apostaba a la quimera. Fidel fue
el inspirador de los grandes llamados revolucionarios de la historia, quizás
tanto como Lenin o Marx. Pero ese hombre lleva 56 años en el poder. No sólo
tiene el pecado de haber sometido a un pueblo noble a cambio de seguridad e
igualdad; ¿pero qué nobleza hay en ello si les robó la libertad? Fidel no sólo
llegó al poder para vivir de él hasta el último minuto en que tenga vida, sino
que se aseguró de ello y por eso su hermano Raúl entró a la danza del poder
cubano. Pregúntense si durante casi seis décadas Cuba no ha producido líderes
capaces de conducir a ese país, de hacerlo prospero, grande y a su gente feliz.
Claro que sí, como todas las sociedades, sólo que Fidel no le iba a permitir a
ningún líder que le hiciera sombra o amenazara su estadía en la cumbre. Y aquel
hombre hermoso, que fue capaz de inspirar los más nobles sentimientos de
entusiastas jóvenes, que con él se regó la idea por el mundo de que era posible
que los revolucionarios llegaran al poder, hoy es sólo un dictador más. Entonces, tenía razón Bolívar.
Hay
comunicadores que me critican con ferocidad porque no tomo partido por algunos
de los polos en los que se ha dividido el país. Y no lo voy a hacer, a menos
que deje de ser periodista. Y mi pasión es el periodismo; no sé hacer otra cosa.
Amo tanto el periodismo que le he dedicado tanto a esta tierra caliente, a
veces agreste, cuando lo que me enamora son las montañas, la lluvia y las
mañanas con neblina. Pero estoy aquí porque el poder se enseñoreó contra la
gente, contra los periodistas, contra el Estado.
Algunos
me han preguntado qué hago aquí. Bueno, me atreví a husmear en el poder y me
aterró la hegemonía que ha invadido, como un cáncer, todas las instancias que
ocupa el más de millón de habitantes, en estos 24 mil 800 kilómetros que
constituyen el estado Falcón. Me sorprende cómo se controlan todos los poderes.
El legislativo y el judicial son los más golpeados. ¿Por qué creen que la
gobernadora Stella de Montilla no ha entregado las cuentas del año 2014, en
sesión, como obliga la Ley, ante el Consejo Legislativo, aun cuando la
Constitución Bolivariana en su artículo 161 lo contempla como una obligación,
así como la Ley contra la Corrupción en sus artículos 9 y 20 o la Ley Orgánica
de los Consejos Legislativos de los Estados en su artículo 15 numeral 9? La
respuesta es sencilla, cree que el estado es ella, que no tiene por qué cumplir
la Ley. Tampoco lo hizo el año pasado. Y los diputados, sean los del chavismo u
oposición, igual que ella, no cumplen la Ley, no le imponen la obligación de
respetar ese poder legislativo y ellos no se hacen respetar. Es así como los
ciudadanos, igual que los diputados, no saben en qué se invirtieron los
recursos asignados a diversas obras. Lo más grave es que el CLEF les sigue
aprobando dinero a ciegas a la Gobernación, a ese poder que no entrega cuentas,
pero que además se permite elaborar decretos para crear y eliminar empresas de un
plumazo sin explicación alguna, como sucedió con Odefalca, Rico Jugo
Falconiano, Rica Arepa Falconiana, etc.
Este
es el único estado del país donde los diputados del Gobierno y de la oposición
se ponen de acuerdo para hacer silencio ante gravísimos hechos. El gobierno
regional aplica como táctica el silencio, como si el Estado fuera un vecino
cualquiera, que no se permite dar explicaciones ante los requerimientos de la
sociedad civil. La táctica más efectiva ha sido usar al poder judicial para
silenciar a quien ose pedir explicaciones, hacer señalamientos o dudar de la
probidad de algún funcionario. ¿Pruebas? Vamos a los hechos. ¿Dónde está la
mayoría de los dirigentes del chavismo o la oposición que se han atrevido a
criticar a la familia que gobierna? Presos, huyendo o en sus casas luego de
horas de persecución judicial. Una de las armas usadas para ello era el fiscal
anticorrupción de Falcón, quien tenía los más emblemáticos casos en este estado;
ahora envuelto en el hecho atroz del ajusticiamiento de un cicpc. Ese fiscal
creyó estar por encima de la ley, eso explica la operación de la entrega
controlada que pretendió hacer sin autorización de ningún juez, protegido por
otra arma usada contra quienes osen tocar el poder regional: Polifalcón.
También
podemos encontrar una explicación en que el ex presidente del Consejo
Legislativo se negara en enero a entregar, y aun no entrega, la camioneta que
corresponde a la presidencia del CLEF, porque se la auto adjudicó a través de
un documento a quien él le pone sus firma dos veces.
Nunca,
como ahora en Falcón, mi teléfono había sido vulnerado, mis conversaciones
escuchadas, he sido seguida y perseguida, mi familia ha sido amenazada y
atropellada; he sido insultada por un ejército de fantasmas anónimos, que me
han llamado prostituta, drogadicta, me han endosado el financiamiento de gente
que ni siquiera conozco, han amenazado a dirigentes regionales para que no se
me acerquen, han culpado a unas mujeres del Consejo Legislativo de ser mis
informantes, de tener grabaciones y correos electrónicos que no existen, porque
nunca se han dado; se han utilizado grupos para que me respondan solo con
ofensas, pero ni una sola respuesta da cuenta de por qué hay casi 100 obras inconclusas que son
elefantes blanco en Falcón a los cuales se les ha asignado mucho dinero. Un
ejemplo bochornoso de ese caso es el matadero industrial de Colina, de quien el
diputado Joel Donquiz dijo que en unos meses estaría listo. Les aseguró que
mintió.
Sobre
Falcón ha caído como un manto la impunidad y el silencio. Las pocas voces que
se atreven a decir alguna verdad, son
atacadas para que guarden silencio. No hubo un frente de ciudadanos que
defendiera con contundencia al diario La Mañana, el periódico tradicionalmente
más importante de la región, cuando le impusieron una multa con la intención de
quebrar a ese medio a quien señalan de opositor. Tampoco lo hay con el diario
El Médano que ha debido cerrar por la crisis del papel y los insumos.
Lo
de los medios, sobretodo la prensa, no es exclusivo de Falcón. Gran cantidad de
medios han sido comprados por empresas o personas desconocidas. Otros apenas se
sostienen como sucede con El Carabobeño que da la pelea con dignidad y tratando
de no perecer en el intento. La prensa libre se las ve fea en Venezuela ante
una débil defensa por parte de periodistas y de ciudadanos. Cuando estos
tiempos se superen, entenderemos que fuimos demasiado cobardes ante la
arremetida contra los medios de comunicación, que permitimos que los
arrinconaran, los golpearan, los censuraran, los silenciaran.
En
esa modalidad se ha apostado el verdadero poder en Falcón. Es por ello que un diputado de la Asamblea
Nacional se permite amenazar con demandarme a mí y al Diario La Mañana por una
entrevista que me realizó, o al periodista Félix Amaya y al canal Médano TV por
una entrevista a un candidato de la oposición. En esa jugada aparece una
querella en mi contra por un comisionado de la Gobernadora de Falcón, quien me
demanda porque él considera que yo no debo decir, lo que es verdad, que existe
una grabación donde él está pidiendo comisión a un contratista. Un juez
provisional, como siempre ocurre en estos casos turbios, admitió la demanda en
mi contra y luego desapareció del poder judicial. El mensaje que me pretenden
enviar es: si a usted se le ocurre denunciarnos, nosotros la demandamos, porque
la hegemonía del poder en este estado está en manos de una sola familia.
Señores,
yo vine a Falcón, porque se me convirtió en un objetivo por la dignidad. No hay
intenciones ocultas de mi parte, no estoy en campaña ni he pensado en postularme
para ningún cargo. Soy y quiero seguir siendo periodista. Estoy apoyando a un
grupo de falconianos que se activaron en Asamblea de Ciudadanos llamado Frente
UNIDOS POR FALCÓN y que se ha propuesto pedir cuentas, reclamar el derecho a
recibir información oficial, a que se respeten los derechos de los ciudadanos.
Los invito a participar, a instalar un frente UPF en “Monseñor Iturriza” y en
cada municipio de este estado, a acompañarnos en esta cruzada por la verdad,
por la conquista de espacios que corresponden al ciudadano, sin distingos de
color o credo. UNIDOS POR FALCON es solo para aquellos
que consideren que vale la pena defender al estado Falcón. Sólo aquellos que
amen a esta tierra tanto que sean capaces de deponer sus intereses personales o
particulares en función del bien de los falconianos.
Y a mí
también, como dijo Mario Benedetti, “Me gusta la gente que vibra, que no hay
que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que
hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos
sueños se apoderan de su propia realidad. /…/
Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano es
intentar sacarse de la cabeza aquello que sale del corazón. La sensibilidad, el
coraje, la solidaridad, la bondad, el respeto, la tranquilidad, los valores, la
alegría, la humildad, la Fe, la felicidad, el tacto, la confianza, la
esperanza, el agradecimiento, la sabiduría, los sueños, la humildad, el
arrepentimiento, y el amor para los demás y propio son cosas fundamentales para
llamarse GENTE. Con gente como ésa, me comprometo para lo que sea por el resto
de mi vida, ya que por tenerlos junto a mí me doy por bien retribuido. /…/ Bienaventurados
aquellos que ya consiguieron recibir con la misma naturalidad el ganar o el
perder, el acierto y el error, el triunfo y la derrota”.
Finalmente,
un mensaje a mis colegas periodistas que están aquí. Permítanme una crítica.
Tenemos que rescatar de este oficio aquello que hizo grande al periodismo del
siglo XX, el que liderizó, en los 70, el Watergate y que llevó a la renuncia
del presidente Richard Nixon por haberle mentido al país, o a aquel periodismo
que combatió el feroz silencio que Estados Unidos quiso imponerle al fracaso de
ellos en la Guerra del Vietnam. El poder en Venezuela nos ha empujado para que
los Colegios de Periodistas se queden como un club de opinadores de oficio,
como espacios para pedir ayudas a los gobernantes de turno, puede ser que eso
permita una beca, una ayuda, una casita o hasta un vehículo. No se confundan,
no estoy diciendo que no tenemos derecho
a la supervivencia, pero no a costa del quizás más sagrado de los derechos de
los hombres: la libertad. Cuando silenciamos o tergiversamos una información o
cuando coqueteamos con el poder, estamos atentando contra ese sagrado derecho,
porque estar informado es tener libertad para escoger, para decidir, para
hacer.
El
colmo es que la polarización terminó de volver trizas el orgullo de ser
periodista, la solidaridad con el colega, verlo como al hermano a quien a veces
censuramos o criticamos, pero sólo tras las cuatro paredes de nuestro hogar, a
quien siempre estaremos dispuestos a defender en público así no tenga la razón.
Permitimos, con nuestra inacción, que algunos mercenarios penetraran el sagrado
espacio de esta profesión maravillosa y terrible, como la describió Oriana
Fallaci. Y ellos han ido minando el derecho a estar informados. Esa pequeña
mafia de “periodistas mercenarios” que se lucran de la sangre y de la miseria
que brota de las heridas de los sectores opositores u oficialistas, han
lesionado la dignidad del periodismo. Esos no son periodistas, no importa que
tengan un título que así lo dice, no son periodistas, porque no puede ser
periodista quien no cree, no predica y no ejerce con la verdad verdadera. ¿Que
el periodista se equivoca? Por supuesto que sí, a veces resbalamos
aparatosamente y nos levantamos con el dolor de haber errado y con la certeza
que esos golpes nunca sanan. Ustedes pueden fácilmente identificar a esos
mercenarios de la comunicación, porque dan muestras de opulencia, de codearse
íntimamente con sus amigos del poder, de ser vistos con una sonrisa por
aquellos que nos someten con el donaire de la inteligencia. Esos mercenarios
nunca cambian, siempre se lisonjean con el poder, le sonríen, creen que lo
seducen y no terminan más que siendo otras víctimas de quienes los seducen a
ellos en un juego perverso.
Pero
los que estamos en la acera de los buenos, los que dignificamos la profesión,
los que amamos el periodismo con el reto que significa no ser bien vistos, casi
nunca desde las altas esferas del poder sea político o económico, creemos en la
vida, creemos en el amor, creemos en el respeto al otro, creemos en la verdad.
Y gracias a Dios no somos pocos.
Dios
bendiga al estado Falcón. Muchas gracias.